75 años

Edicion_2727

Alta Moda Personal

La tarde gris de Lima transcurre con sumo silencio en el nuevo atelier de Elida Lyreé Morillo. Aunque aún está en proceso de refacción, cada elemento del espacio —desde las máquinas de coser antiguas hasta los maniquíes que custodian vestidos a medio terminar— parece haber sido dispuesto por un director de arte obsesivo con los detalles y con gusto por lo vintage. No es casualidad: esta es Casa Morilo, el universo particular donde la diseñadora de 28 años ha decidido reescribir su historia profesional. El nombre fue adoptado para marcar un nuevo inicio en su carrera mientras hace un guiño a sus clientes que siempre pronunciaron mal su apellido.

Los Orígenes de una Obsesión

La historia de Elida podría comenzar con aquella niña que devoraba “Say Yes to the Dress” en Discovery Home & Health, imitando los acentos del doblaje mientras observaba, hipnotizada, cómo las novias transformaban sus sueños en tul y satén.
Pero las biografías lineales son para otros. Por falta de oportunidades, abandonó la universidad a los 18 años para fundar un atelier, aprender el oficio “en la cancha” junto a modistas que se convirtieron en mentoras, y construir durante una década una marca que llegó al “top of mind” limeño cuando se pensaba en vestidos de fiesta.

El Quiebre Necesario

El 2023 llegó como un terremoto personal y profesional. “Me tocó tomar decisiones con el corazón roto”, admite, refiriéndose al final de una relación de 11 años y la disolución de la sociedad empresarial que había construido. Tras esto, viajó por Europa, sanó en París, estudió becada en el Instituto Marangoni de Milán y Londres, y regresó con una visión cristalina de lo que quería construir.

La Filosofía del Detalle

Casa Morilo no es simplemente un nuevo nombre comercial; es una filosofía. “Aquí celebramos lo ‘locally made’ y ‘handmade'”, explica. Sus modistas —Feli y Gaby, las veteranas que la acompañan desde los inicios— se mueven por el taller como coreógrafas expertas. “Ellas fueron mis mentoras”, reconoce Elida. “Me enseñaron que en las carreras creativas, la experiencia tiene tanto peso como cualquier título universitario”. Es una lección que aprendió temprano, cuando clientas escépticas cuestionaban si una “babyface de 18 años” podía confeccionar el vestido más importante de sus vidas.

La conversación se interrumpe cuando una de sus asistentes llega aterrada. Una novia entró en crisis luego de escuchar por videollamada un seco “está horrible” de su hermana sobre el vestido que estaba probándose. “Ese es nuestro desafío diario”, explica con mucha paciencia. “Trabajamos con el corazón, con las emociones más profundas de las personas”.

Arcoíris Estilístico

Sin embargo, no quiere la etiqueta de ser una simple diseñadora de novias. Su versatilidad se manifiesta en múltiples dimensiones: Sumaq London, su marca de abrigos de baby alpaca para el mercado británico; su programa de streaming “A Quién Le Importa” y su rol como docente en el programa Emprendemoda de la Universidad del Pacífico.
Su estilo personal refleja esta multiplicidad. Un día puede aparecer con lazos y estética romántica (“soy full pinky”, confiesa mostrando su outfit actual), al siguiente con look rockero que evoca a Avril Lavigne circa 2003. “No me puedo casar con un estilo”, explica. Sus fotos de Instagram confirman esta versatilidad: la Elida romántica convive con la rockera, la hippie, la femme fatale. Los lacitos —su marca registrada— aparecen como hilo conductor en cada transformación, pequeños detalles que funcionan como firma personal.

“La moda comunica sin que hables”, reflexiona mientras observa los vestidos que tiene colgados. “Es parte de tu identidad y te ayuda a proyectar quién eres”. La metamorfosis continúa con una evolución que nunca pierde su melodía central. Ante cualquier quiebre, una sutura es un buen inicio para sanar y empezar de nuevo. . (Marce Rosales)