“El Perú es un país magnifico para ser novelista”, dictamina Jeremías Gamboa quien acaba de publicar El Principio del Mundo. Con 972 páginas, es la novela más extensa que haya escrito y le ha tomado alrededor de 11 años terminarla.
El autor de Contarlo Todo (2013) y Animales Luminosos (2021) nos sumerge en una narrativa rica en detalles y donde se abordan temas profundos y complejos de su biografía que “trato a través de la ficción”.
A través de sus personajes, Gamboa examina la autodiscriminación, la vergüenza de origen y la búsqueda de identidad en un Perú marcado por la diversidad cultural.
En los años 80, “ante unas triquiñuelas y suerte”, su padre, “el mozo más culto del mundo”, accedió a una casa en un barrio criollo donde Jeremías creció. Su madre llegó antes a la ciudad, sin saber leer ni escribir, pero se educó en una escuela nocturna mientras trabajaba como empleada doméstica. En esos tiempos ser hijo de ayacuchanos “no era bacán” y era casi un secreto. El quechua lo hablaban ‘cuando se trataba de temas sexuales y lo susurraban por las noches cuando comentaban lo que estaba pasando en Ayacucho”.
Jeremías recuerda que de niño era curioso y que él percibía que algo pasaba. Con sus hermanas pegaban la oreja a las puertas para tratar de escuchar lo que decían y “ahí, sin darme cuenta, ya me estaba formando como un escritor”.
En esos tiempos ser hijo de ayacuchanos era una carga en una sociedad que valoraba lo “blanco” por encima de lo indígena. Gamboa señala que en la escuela muchos peruanos de su generación “iban descubriendo o construyendo una identidad adecuada a lo que la sociedad prefiere, que es de la colonia, la república y los blancos. Mientras más cosas blancas tenías, mejor. Mientas más cosas indígenas, peor”.

A lo largo de El Principio del Mundo, Gamboa enfatiza el papel crucial de la lectura en la vida de su personaje y en su propia vida. La biblioteca de su padre se convierte en un refugio, un lugar donde se busca compensar la sensación de inferioridad que experimentaban como ayacuchanos en Lima. “El tema de la educación ha sido central en mi familia”, dice, subrayando cómo la lectura y el conocimiento pueden ofrecer un camino hacia la superación.
La novela también evidencia cómo la educación puede ser un “milagro” en un país plagado de desigualdades. Gamboa recuerda a Graciela Monteagudo de Gallegos, la profesora que le enseñó a leer y escribir en la escuela pública llamada “Las Aulas Celestes”. Ella le dejó una huella indeleble simbolizando el impacto que los educadores pueden tener en la formación de una persona.
Jeremías la recuerda como una profesora “impresionante que enseñaba de pura vocación” pero de pronto en la mitad de tercer grado desapareció. “Para mí fue una orfandad, un dolor muy grande”. Años después cuando Jeremías Gamboa publicó su primer libro, Punto de Fuga, Graciela buscó la manera de contactarse con él. Ese encuentro fue parte de lo que gatilló, la novela”, dice el escritor. El Principio del Mundo es una obra que presenta una dualidad: el dolor de la autodiscriminación y la esperanza que ofrece la educación. Un tema que es recurrente en la obra del autor.
Además del tema de la educación, Gamboa señala que conforme fue escribiendo su novela ‘ballena’, además de la educación, el foco estaba en la autoversión, “la dificultad que tenemos para reconocernos y decir, por ejemplo, mis padres son ayacuchanos o huancavelicanos”.
Para Gamboa El Principio del Mundo es una invitación a que cada uno se ponga su rostro, a integrarse, a reconocer sus secretos, “porque los secretos que están aquí, son los secretos de todos y si todos pudiéramos integrarnos seríamos un país que reconociera mucho más”. Esta búsqueda de identidad y reconocimiento es fundamental para la construcción de un país más unido y consciente de su diversidad.
A través de su narrativa detallada y evocadora, invita a los lectores a reconocer sus propios secretos y a encontrar en la lectura un camino hacia la comprensión y la aceptación.