La ambiciosa propuesta tributaria impulsada por la administración Trump –bautizada con sorna como la “Big Beautiful Bill”– incluye una polémica cláusula, la número 899, que establece impuestos a los dividendos y cupones de activos estadounidenses percibidos por inversionistas extranjeros provenientes de países considerados “hostiles” o “discriminatorios” hacia EE. UU.. Concebida como herramienta de presión geopolítica, esta medida podría terminar socavando la competitividad del propio mercado norteamericano y abrir una ventana de oportunidad histórica para Europa.
Desde hace años, Bruselas busca restarle hegemonía a Wall Street. Iniciativas como la directiva MiFID II, el impulso a una autonomía estratégica y, especialmente, la creación de instrumentos de deuda conjunta como los eurobonos, han fortalecido el andamiaje financiero europeo. Ahora, con una penalización directa al capital extranjero que fluye hacia EE. UU., los activos europeos –con rendimientos reales atractivos y una moneda en recuperación– se perfilan como una alternativa cada vez más sólida.
La presidenta del Banco Central Europeo (BCE), Christine Lagarde, ya ha advertido que esta es “una oportunidad que no se puede desaprovechar”. El fortalecimiento del euro como moneda de reserva global podría acelerarse si las nuevas emisiones conjuntas financian áreas estratégicas como defensa y seguridad. En un contexto de tensiones geopolíticas crecientes y erosión de la confianza en el “excepcionalismo americano”, el debate sobre mutualizar la deuda europea cobra nueva vigencia.
ERROR PROPIO, GANANCIA AJENA
La cláusula 899 funciona, en la práctica, como una desventaja competitiva autoimpuesta para EE. UU. En un mercado globalizado, este tipo de impuesto reduce el rendimiento neto de los activos estadounidenses, desviando los flujos de capital hacia otros destinos. Si Europa acelera la emisión de eurobonos y refuerza su marco fiscal conjunto, podría convertir la crisis fiscal estadounidense en una oportunidad geopolítica sin precedentes.
LA CONSTRUCCIÓN DE UN MERCADO DE EUROBONOS
Desde el lanzamiento del plan Next Generation EU en 2020, la Unión Europea ha dado pasos importantes hacia un mercado de deuda conjunta. Para 2025, ya se han emitido más de 450 mil millones de euros, con nuevas rondas en evaluación para financiar defensa, seguridad y transición verde. Esta evolución ha permitido construir una curva de rendimientos más robusta, mejorar la liquidez y consolidar el papel del euro como moneda de reserva.
RENDIMIENTOS RELATIVOS Y CONTEXTO MONETARIO
Aunque los bonos europeos ofrecen rendimientos más bajos que sus equivalentes estadounidenses –el bono alemán a 10 años rinde en torno al 2,5 %, frente al 4,3 % del Treasury– el ciclo de endurecimiento monetario del BCE se ha moderado. La inflación en la eurozona ha caído por debajo del 3 % y se anticipa un recorte progresivo de tasas, lo que ha impulsado el valor de los bonos a largo plazo. Además, las primas de riesgo de países como Italia y España se han reducido, reflejando una mayor cohesión fiscal dentro del bloque.
AUGE DE LA DEMANDA EXTRANJERA
La participación extranjera en la deuda estadounidense ha caído del 50 % en 2014 a cerca de un tercio en 2024. En cambio, la deuda europea gana terreno. Según datos del BCE y del BIS, por cada 100 mil millones de euros en compras extranjeras, los rendimientos bajan unos 20 puntos básicos, lo que indica que la demanda sostenida podría seguir reduciendo el costo del financiamiento europeo.
CONCLUSIÓN
Los bonos europeos enfrentan un momento estructural favorable, alimentado por los errores fiscales de EE. UU., el fortalecimiento de la integración fiscal en la eurozona y un entorno de tasas descendentes. Si Europa consolida la emisión de deuda conjunta para financiar prioridades estratégicas –desde la defensa hasta la digitalización–, los eurobonos podrían consolidarse como una alternativa viable, competitiva y estable frente a los treasuries estadounidenses. El reordenamiento financiero global podría tener, esta vez, acento europeo.
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