La carrera por la presidencia de 2026 ha comenzado con un paisaje político inestable, y la derecha peruana no es la excepción. Más bien, es un campo en plena combustión, donde el ruido de los discursos y las promesas empieza a dar paso a rencillas internas, candidaturas tambaleantes y partidos que funcionan más como franquicias que como estructuras políticas reales.
‘PRENSA MERMELERA’
La semana pasada, CARETAS publicó una columna editorial donde se cuestionó el reiterado discurso del alcalde de Lima, Rafael López Aliaga, sobre la llamada ‘prensa mermelera’. El tono, heredero de los métodos de Javier Milei y Donald Trump, insiste en deslegitimar al periodismo con una narrativa de guerra cultural que raya en el populismo autoritario.
La respuesta no tardó. El domingo, en un evento en San Martín de Porres, López Aliaga aludió directamente a esta revista al dedicarle su ya célebre frasco de mermelada. Al día siguiente, el propio alcalde llamó al director de CARETAS para expresar, con cortesía, su desacuerdo. Aseguró que no era el caso de la revista ni del periodista en cuestión, pero reafirmó su convicción de que hay periodistas que “cobran por lo bajo” y que no era un lío que nos correspondía.
EL DOCTOR ALTUVE
La entrevista con López Aliaga, por cierto, sigue pendiente. Pero lo que sí ha quedado claro es que las tensiones con Phillip Butters se han agudizado. Ambos compiten por el mismo electorado: conservador, mediático, contestatario. Sin insultos públicos aún, pero con señales cada vez más visibles de ruptura.
En esta guerra de posiciones, el abogado Fernán Altuve, cercano a Butters y exregidor de Lima, ha sido constantemente aludido por López Aliaga, con quien compartió filas durante la era de Luis Castañeda Lossio.
El Ministerio Público lo ha citado recientemente como testigo en una investigación sobre los peajes de Lima. El motivo: en su estudio jurídico se elaboraron dos informes legales en 2019 sobre la transferencia de la concesión de la empresa LAMSAC a Vinci. Estos informes forman parte de una denuncia, presentada ya bajo la actual gestión municipal, que apunta a un supuesto contubernio entre autoridades ediles y operadores privados.
Lo grave es que Altuve descubrió que uno de los informes, originalmente firmado por la abogada Yesenia Paredes, aparece ahora con su firma falsificada. Así lo ha denunciado ante la Fiscalía. Según sus propias declaraciones, este hecho es una señal de que se busca instrumentalizarlo en una guerra judicial con motivaciones políticas. Todo indica que la disputa entre Altuve y López Aliaga –más allá del caso peajes– ya es personal y pública.
La relación entre Butters y RLA se ha tensado aún más luego de que este último dijera que “le dio de comer” al comunicador. Para Butters, muy sensible frente al tema del dinero y la subordinación, como se describe en el artículo anterior, esas palabras son más que un agravio: son un insulto a su autonomía. Todo indica que el resentimiento ya es profundo.
Mientras tanto, Keiko Fujimori permanece en el juego, con porcentajes estables en las encuestas, pero con una marca personal que difícilmente puede ampliar su electorado. Según el propio Butters, irá reduciendo su caudal. En otras palabras, sus adversarios cercanos esperan que su ciclo político esté en fase de cierre.
DE SOTO CAÍDO
Mientras algunos combaten en campo abierto, otros se caen en la puerta. Hernando de Soto, excandidato presidencial, ha visto cómo su intento de retorno con el partido Progresemos se desmorona. Según el economista, la cúpula liderada por Jorge Jaimes no ha cumplido los acuerdos políticos que le daban control sobre la campaña y las designaciones. Resultado: De Soto estaría virtualmente fuera de carrera.
La historia se repite con Carlos Álvarez, el comediante que se posiciona como outsider conservador. Inscrito en el partido País para Todos –presidido por el controvertido Vladimir Meza–, Álvarez también enfrenta un entorno frágil. Recientemente se le ha unido Julia Príncipe, exprocuradora y colaboradora cercana de Carlos Añaños en su breve intento político frustrado. Príncipe fue protagonista de la ruptura entre Añaños y el desaparecido partido Perú Moderno. Su presencia es el reflejo del apoyo de Añaños al cómico (y con él vienen otros empresarios).
Lo que queda claro en ambos casos es un patrón: partidos que operan como franquicias y candidatos que llegan sin capacidad real de control. Los dirigentes, muchas veces desconocidos para la opinión pública, manejan los padrones como activos negociables. “¿De mí depende el 100 % de tu futuro y me vas a dar solo el 20 % del partido?”, suele ser la lógica informal de los dueños de estos cascarones.
Así, la derecha peruana llega a mitad de 2025 con más candidatos que estructuras, más resentimientos que alianzas, y más improvisación que estrategia. Con De Soto prácticamente fuera, Álvarez sin partido sólido, Butters y López Aliaga enfrentados, y Keiko en su eterno intento por mantenerse vigente, el espacio conservador aparece desordenado y vulnerable.
La paradoja es que, con una izquierda fragmentada y un centro sin liderazgos claros, la derecha aún podría pasar a segunda vuelta por inercia. Pero si lo hace, será con un candidato que sobreviva a este juego de sombras, alianzas rotas y egos sin contención.



