75 años

Edicion_2726

La Fiebre del Ozempic

A veces, la vanidad pesa más que el almuerzo. Y es en este contexto que un fármaco inyectable se ha convertido en la estrella de los eventos importantes, los grupos de WhatsApp y las selfies con nuevos ángulos. Se llama Ozempic y, aunque fue creado para controlar la diabetes tipo 2, ha terminado siendo el secreto peor guardado de quienes quieren adelgazar de forma más rápida. Su efecto es real, su popularidad indiscutible, pero a diferencia de la imagen glamorosa de quienes la usan, no es un medicamento milagroso.

El doctor Luis Barrenechea lo explica así: “Este medicamento incentiva el mecanismo de la insulina, reduce el apetito y enlentece la digestión. Todo eso genera sensación de llenura con menos comida”. Traducido al idioma popular: con Ozempic, el segundo plato resulta innecesario. Pero no es un milagro: es un tratamiento médico. Y en Perú, todavía no está aprobado por la Digemid.

Eso no ha evitado que se venda, se inyecte y se viralice. A través de canales informales y cadenas de WhatsApp, el medicamento circula como si ya fuera legal. Lo preocupante, dice Barrenechea, no es su efectividad –que la tiene– sino los riesgos de usarlo sin control: “Puede generar desde estreñimiento hasta pancreatitis, y en ciertos casos, pérdida de masa muscular o efectos psiquiátricos como depresión”. También se han registrado efectos secundarios poco discutidos: el fenómeno conocido como “cara Ozempic” –una delgadez extrema del rostro– y problemas dentales, derivados de la sequedad bucal.

Figuras como Elon Musk y Oprah Winfrey han reconocido su uso.

Ozempic cuesta alrededor de 250 dólares al mes, y en países como Chile ya se vende en tabletas. Pero en Perú, todo lo que se consigue proviene del mercado informal, con todos los peligros de transporte sin cadena de frío, posible falsificación y administración sin asesoría.

¿Para quién está indicado? Para pacientes con obesidad –es decir, con un índice de masa corporal mayor a 30– o con condiciones médicas concretas. No es, insiste Barrenechea, para personas que quieren perder “dos kilitos para el verano”. Sin supervisión, el remedio puede ser peor que la enfermedad.

En paralelo, el fenómeno social crece. Celebridades y figuras públicas –sin decirlo– lo usan. “Cuando alguien baja dramáticamente de peso en tres semanas, probablemente ha usado Ozempic”, apunta el médico.
La obsesión por la imagen, alimentada por cámaras frontales y algoritmos crueles, ha empujado a muchos a buscar una salida rápida, sin medir consecuencias. Pero como toda solución milagrosa, esta también trae letra chica. Y en el caso de Ozempic, esa letra aún no tiene el sello oficial del Estado peruano.

La cultura del atajo se impone: adelgazar no es ya un proceso, sino una transacción. Y mientras crece la fiebre por su efecto rápido, el relato del cuerpo ideal se sigue escribiendo en tiempo récord, sin pies ni cabeza, pero con cintura delgada.

El doctor Luis Barrenechea advierte que sin supervisión médica, puede traer más riesgos que beneficios.