75 años

Edicion_2726

Estabilidad Binacional

En el patio del Palacio de Carondelet, el nuevo presidente ecuatoriano Daniel Noboa saluda con cordialidad a sus pares e invitados internacionales. Las cámaras, sin embargo, capturan un gesto que se vuelve viral en segundos: la presidenta del Perú, Dina Boluarte, esquiva la mano extendida de Gustavo Petro, presidente de Colombia, y sigue su camino con la mirada al frente. Petro sonríe con incomodidad, y la escena –más que anecdótica– sintetiza el estado actual de las tensiones diplomáticas entre Bogotá y Lima.

El distanciamiento entre ambos gobiernos no es reciente. Desde que Boluarte asumió la presidencia tras la vacancia de Pedro Castillo, Petro ha cuestionado abiertamente la legitimidad de su gobierno, lo que llevó a que el Congreso peruano lo declarara persona non grata en febrero de 2023, intensificando un conflicto que parece congelado en una hostilidad silenciosa.

Pero la toma de mando de Noboa no es solo escenario de fricciones diplomáticas. También pone de relieve la interdependencia regional entre los países andinos, cuya historia de conflictos limítrofes ha dado paso, en las últimas décadas, a una sólida red de integración económica, comercial y migratoria.

En ese mapa, la relación entre Perú y Ecuador ocupa un lugar estratégico desde la firma del Acuerdo de Paz de 1998. Desde entonces, la cooperación binacional ha trascendido los protocolos: incluye comercio fronterizo, inversiones conjuntas, integración energética y flujos migratorios que operan muchas veces más allá de los vaivenes políticos de turno.

La delegación peruana en Quito, encabezada por Boluarte, confirma que más allá del gesto con Petro, el vínculo con Ecuador es prioritario, no solo por los 1500 km de frontera compartida, sino por intereses comunes en seguridad, minería ilegal, migración y comercio. En plena era de inestabilidad regional, la relación con Ecuador es una de las más estables y activas del Perú en Sudamérica.

SEGURIDAD EN LA MIRA
La toma de mando ocurre en un contexto crítico. Pese a haber ejercido el poder bajo un mandato interino, Noboa inicia su presidencia con una de las agendas más desafiantes del continente: la inseguridad interna. Solo en los primeros cuatro meses de 2025, los homicidios aumentaron un 58 % respecto al mismo período del año anterior.

En su discurso de investidura, fue enfático: la lucha no es contra la delincuencia común, sino contra mafias con lógica paramilitar que han penetrado el Estado y siembran el miedo en la sociedad. Su estrategia combina mano dura con medidas estructurales.

Entre las decisiones más destacadas:
• Conflicto armado interno: Declarado en enero de 2024 tras la fuga del capo “Fito” y atentados vinculados a bandas como Los Choneros, lo que permitió al Estado movilizar Fuerzas Armadas contra 22 organizaciones criminales.
• Alianza con Erik Prince, fundador de Blackwater, para asesorías contra el narcotráfico y la pesca ilegal. La medida generó polémica internacional, pero el gobierno la defendió como parte de una estrategia integral.
• Proyecto de ley económica urgente para debilitar las economías criminales, combatir el lavado y reforzar el sistema financiero.

El escenario se agravó con la emboscada del 9 de mayo en Dayuma, donde 11 militares murieron durante una operación contra minería ilegal. La respuesta del Estado fue el despliegue de 1700 efectivos, especialmente en las provincias amazónicas.
Aunque Noboa cuenta con mayoría legislativa, las críticas no han cesado. Diversas organizaciones de derechos humanos advierten que la militarización sin atención a las causas sociales podría agudizar el conflicto. La pobreza, la exclusión y la falta de oportunidades siguen siendo caldo de cultivo para la violencia.

El desafío es lograr un equilibrio entre fuerza e institucionalidad. Noboa se juega su legitimidad en una promesa: convertir a Ecuador en un modelo regional de respuesta democrática frente al crimen organizado.

CHANCAY COMO EJE
A pesar del clima regional marcado por la inseguridad y la polarización política, la relación bilateral entre Perú y Ecuador avanza con señales claras de integración estructural. El intercambio comercial entre ambos países alcanzó los USD 2660 millones en 2024, con una balanza favorable al Perú en sectores como industria, farmacéutica, energía y agroexportaciones. Ecuador se posiciona como el cuarto socio comercial del Perú en América Latina, y el Perú es ya el tercer destino de exportaciones no tradicionales ecuatorianas dentro de la Comunidad Andina.

Pero más allá de las cifras, la verdadera transformación logística se concentra en el puerto de Chancay, ya inaugurado y operando como nuevo eje articulador del comercio transpacífico en América del Sur. Concebido como hub regional de gran calado –con inversión mayoritaria de la empresa china Cosco Shipping–, Chancay reduce los tiempos de exportación hacia Asia hasta en 12 días, convirtiéndose también en una alternativa estratégica para el comercio del sur ecuatoriano.

“El puerto de Chancay representa una oportunidad sin precedentes para articular cadenas de valor regionales”, señalaron fuentes del Ministerio de Comercio Exterior y Turismo del Perú (Mincetur). En la visión compartida por ambos países, el norte peruano y el sur ecuatoriano pueden consolidarse como una sola plataforma exportadora, interconectada por corredores logísticos y rutas energéticas compartidas.

En paralelo al componente económico, ambos gobiernos han reforzado su cooperación en seguridad fronteriza, con acciones conjuntas contra el narcotráfico, la minería ilegal y la migración irregular. Se han establecido pasos seguros y reuniones operativas periódicas entre las fuerzas del orden de ambos países, especialmente en zonas sensibles como Huaquillas–Aguas Verdes, donde se combina vigilancia con facilitación comercial.

En este contexto, la llegada de Noboa a Carondelet abre una ventana para consolidar esta cooperación pragmática, basada más en intereses estratégicos que en afinidades ideológicas. En una Sudamérica cada vez más fragmentada, la relación entre Lima y Quito aparece como uno de los pocos ejemplos consistentes de integración real y continua.

GOBERNAR EN MINORÍA EMOCIONAL
En su primer discurso como presidente constitucional, Noboa no prometió grandes reformas, pero sí resultados medibles. Su enfoque se centró en la eficiencia del Estado, la lucha contra la corrupción, la digitalización de la administración y la reactivación económica mediante educación técnica e inversión extranjera.

Prometió un gobierno “sin papel”, meritocrático y capaz de monitorear en tiempo real el desempeño de los funcionarios. También anunció zonas francas para atraer capital y una educación orientada al empleo juvenil. “Debemos dejar de exportar nuestros sueños y empezar a construirlos aquí”, dijo.

En política exterior, abogó por una inserción activa de Ecuador en la región, y mencionó específicamente la importancia de la relación con el Perú en comercio, energía y seguridad.

Noboa sabe que no gobierna con una mayoría emocional. Llegó a la presidencia más por el rechazo a sus rivales que por entusiasmo hacia su figura. Pero también sabe que eso puede jugar a su favor si logra instalar un estilo más técnico que ideológico, más pragmático que confrontacional.

El Perú observa con atención. No solo por las implicancias comerciales y fronterizas, sino porque Ecuador se convierte ahora en un laboratorio de gobernabilidad democrática en medio del desorden latinoamericano. La gestión de Noboa será, en muchos sentidos, un espejo anticipado para los países que aún intentan sostener la estabilidad en un continente convulsionado.