75 años

Edicion_2724

Armonizando con la Naturaleza

En el valle de Lunahuaná se encuentra Tierra Langla, un albergue ecológico que reimagina la relación entre los seres humanos y la naturaleza. Este lugar no solo es un refugio para quienes buscan desconectarse de la rutina, sino también un espacio de aprendizaje y regeneración. Fundado con la premisa de que todos tenemos la capacidad de construir y autoabastecernos, Tierra Langla es un testimonio de la sabiduría ancestral que reside en cada uno de nosotros.

Desde su llegada hace 14 años, Adam Chlimper ha construido, junto a voluntarios y visitantes, cada una de las instalaciones del albergue. Para eso han empleado técnicas de bioconstrucción utilizando barro y materiales naturales, demostrando así que es posible vivir en armonía con el entorno. “Hemos entregado la capacidad de construir a otros, pero todos podemos recordar cómo hacerlo”, dice, enfatizando la importancia de regresar a nuestras raíces. En este albergue, los visitantes tienen la oportunidad de experimentar un estilo de vida más sostenible, donde la autosuficiencia se convierte en un objetivo alcanzable.

Con un bosque comestible y un huerto generoso, Tierra Langla se esfuerza por regenerar la tierra y alimentar a sus visitantes de manera consciente. “Un porcentaje importante de nuestros alimentos proviene de lo que cultivamos aquí”, señala con orgullo. Esta conexión con la tierra no solo reduce la dependencia de recursos externos, sino que también promueve una alimentación saludable y sostenible.

El espacio, que abarca alrededor de media hectárea, está diseñado para ser acogedor y en sintonía con la naturaleza. “Aquí no hay puertas”, comenta el fundador, resaltando la paz y la tranquilidad con la que uno puede estar aquí. Y las noches en Tierra Langla son un espectáculo de estrellas, donde el sonido de la naturaleza crea un ambiente propicio para la reflexión y la conexión.

La filosofía detrás de Tierra Langla se basa en el concepto andino de Sumak Kawsay, que se traduce como “vivir bonito” o “buen vivir”. Este enfoque implica una comprensión profunda de nuestra interrelación con la naturaleza y la necesidad de que nuestras acciones estén en sintonía con el entorno. “Ojalá que lo que producimos aquí esté en armonía con la tierra”, dice, refiriéndose a un compromiso con la sostenibilidad.

Aunque no se puede alcanzar una soberanía completa debido a las limitaciones del terreno, el albergue se esfuerza por reducir la dependencia de recursos externos. “Estamos dando pasos hacia necesitar menos de afuera”, afirma Chlimper, reflejando un deseo de vivir de manera más consciente y responsable.

En Tierra Langla, la experiencia de estar inmerso en la naturaleza se convierte en un viaje de autodescubrimiento. Aquí, los visitantes no solo disfrutan de la belleza del entorno, sino que también aprenden a vivir con los ritmos de la naturaleza. Este albergue es más que un simple refugio; es un llamado a regresar a lo esencial y a recordar que, como parte de la naturaleza, nuestras acciones tienen un impacto significativo en el mundo que nos rodea.

Atalaya con vista al río Lunahuaná.